(Villanueva de Arosa, 1869 - Santiago de Compostela,
1935) Narrador y dramaturgo español, cuyo verdadero nombre era Ramón Valle
Peña. La muerte de su padre le permitió interrumpir sus estudios de derecho,
por los que no sentía ningún interés, y marcharse a México, donde pasó casi un
año ejerciendo como periodista y firmando por primera vez sus escritos como
Ramón del Valle-Inclán.
De vuelta a España, se instaló en Pontevedra; publicó diversos
cuentos y editó su primer libro, Femeninas (1895) que pasó inadvertido
para la crítica y el público. Viajó a Madrid, donde entabló amistad con jóvenes
escritores como Azorín, Pío Baroja y Jacinto Benavente y se aficionó a las
tertulias de café, que no abandonó ya a lo largo de su vida. Decidió dedicarse
exclusivamente a la literatura y se negó a escribir para la prensa porque
quería salvaguardar su independencia y su estilo, a pesar de que esta decisión
lo obligó a una vida bohemia y de penurias.
Tuvo que costearse la edición de su segundo libro, Epitalamio
(1897), y por esa época se inició su interés por el teatro. Una folletinesca
pelea con el escritor Manuel Bueno le ocasionó la amputación de su brazo
izquierdo. Con el propósito de recaudar dinero para costearle un brazo
ortopédico que el escritor nunca utilizó, sus amigos representaron su primera
obra teatral, Cenizas, que fue su primer fracaso de público, una
constante en su futura carrera dramática.
En 1907, Valle-Inclán se casó con la actriz Josefina Blanco y, entre
1909 y 1911, se adhirió al carlismo, ideología tradicionalista que atrajo al
autor por su oposición a la sociedad industrial, al sistema parlamentario y al
centralismo político. En 1910, su esposa inició una gira por Latinoamérica en
la que él la acompañó como director artístico. Durante el viaje, la compañía
teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza contrató a Josefina Blanco
y, de vuelta a España, estrenó dos obras de Valle-Inclán, Voces de gesta
(1911) en Barcelona y La marquesa Rosalinda (1912) en Madrid.
A pesar de sus fracasos teatrales, hacia 1916 ya se le
consideraba un escritor de prestigio y una autoridad en pintura y estética, por
lo que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes lo nombró titular de
una nueva cátedra de estética en la Academia de San Fernando en Madrid. Esto
supuso un alivio para su crónica escasez de dinero, pero, por problemas
burocráticos y la propia incompatibilidad del escritor con la vida académica,
abandonó muy pronto el cargo. Invitado a París por un amigo francés (en 1915 se
había declarado partidario de los aliados, lo que lo llevó a la ruptura con los
carlistas), pasó un par de meses visitando las trincheras francesas,
experiencia que describió en La media noche. Visión estelar de un momento de
guerra (1917).
La década de los veinte significó su consagración definitiva como
escritor y un replanteamiento
ideológico que lo acercó al anarquismo. Cuando, en abril de 1931, se proclamó la segunda república, el escritor la apoyó con entusiasmo y al año siguiente fue nombrado Conservador General del Patrimonio Artístico por Manuel Azaña, cargo del que dimitió en 1932 para dirigir el Ateneo de Madrid.
En 1933, fue nombrado Director de la Academia Española de Bellas
Artes en Roma, ciudad en la que vivió un año. Enfermo, regresó a España y fue
ingresado en una clínica en Santiago de Compostela donde murió después de
manifestar su hostilidad hacia un gobierno de derechas.
OBRAS:
Su producción literaria es muy amplia y compleja, porque si bien
tocó casi todos los géneros, nunca se ciñó a sus normas, y rechazó la novela y
el teatro tradicionales. Estéticamente siguió dos líneas: una, poética y
estilizada, influida por el simbolismo y el decadentismo, que lo inscribió
entre los modernistas; la otra es la del esperpento (que predominó en la
segunda mitad de su obra), con una visión amarga y distorsionada de la
realidad, que lo convierte, en palabras de Pedro Salinas, en "hijo pródigo
del 98".
Entre 1902 y 1905, publicó las Sonatas, su primera gran
obra de narrativa y la mayor aportación española al modernismo. La unidad de
estas cuatro novelas recae en el personaje del Marqués de Bradomín, una irónica
recreación de la figura de don Juan, convertido en "feo, católico y
sentimental". En Flor de santidad (1904), que sigue en la misma
línea estética, aparece por primera vez un tema en el que abundó a lo largo de
su carrera: la recreación mítica de una Galicia rural, arcaica y legendaria.
En sus tres novelas de la guerra carlista, Los cruzados de la
causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de
antaño (1909), su estilo se simplificó al despojarse de los adornos modernistas.
Por su profundización en los sentimientos individuales y colectivos, la
trilogía anticipó sus mejores obras posteriores. Tirano Banderas (1926)
es su novela más innovadora y se puede considerar como el primer exponente del
esperpento valleinclanesco. Su argumento es la crónica de un dictador
hispanoamericano, analizado como la fatal herencia que España transmitió a
América. No hay linealidad temporal, sino una serie de cuadros que dan una
visión simultánea de los acontecimientos que acaecen en tres días.
Su obra narrativa se completó con El ruedo ibérico, un
ciclo novelesco cuyo objetivo era abarcar, en forma de novela, la historia de
España desde la caída de Isabel II hasta la ascensión al trono de Alfonso XII.
La muerte truncó este ambicioso proyecto, del que sólo vieron la luz La
corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y la incompleta Baza
de espadas (1932). También aquí rompió la sucesión temporal y la narración
se asentó en cuadros, a veces muy breves, discontinuos e independientes, cuya
única conexión es el contexto histórico. El lenguaje, proveniente del mundo de
los toros y el teatro, con diversos registros idiomáticos que van desde lo
refinado a lo chabacano, acentuó lo grotesco de la realidad que describió.
Las Comedias bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de
Blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), constituyeron la
primera gran realización dramática valleinclanesca. En abierta ruptura con el
teatro de la época tienen como tema una Galicia feudal y mágica cuyo
desmoronamiento se simbolizó en la degeneración del linaje de los Montenegro.
Retomó la mítica gallega con El embrujado (1913) y Divinas palabras (1920), y utilizó
como protagonistas a personajes populares y marginados. Sus obras más
abiertamente modernistas son Cuento de abril (1909), Voces de gesta (1912) y La
marquesa Rosalinda (1913), aunque en ellas hay elementos que presagian el
cambio de su teatro, como la visión irónica y casi esperpéntica de una España
ruda y provinciana que contrasta con la cosmopolita y refinada Francia.
Valle-Inclán dio el nombre de esperpentos a cuatro obras:
Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del
difunto (1926) y La hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en el
volumen Martes de carnaval (1930). El autor puso en boca del protagonista de
Luces de bohemia, Max Estrella, la explicación a la necesidad de crear un nuevo
género escénico: la tragedia clásica no podía reflejar la realidad española,
porque ésta se había convertido en "una deformación grotesca de la
civilización europea". El esperpento fue, pues, para Valle-Inclán una
moderna concepción de la tragedia.
A continuación, muestro un vídeo sobre la vida de este autor:
Y aquí muestro un fragmento de Luces de Bohemia, una de sus principales obras de teatro:
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